El prurito o picazón es un síntoma común en todos los pacientes, puede tener diferente intensidad y es el responsable de la mayor parte del impacto de la enfermedad.
La picazón lleva al paciente a rascarse intensamente hasta dañar la piel, resultando en sangrado y lastimaduras en la zona, que se denominan excoriaciones.
También puede presentarse ardor y dolor en la piel comprometida.
La piel en general se encuentra seca (xerosis), con áreas ásperas, descamativas. Cuando se irrita aparecen los eczemas, con zonas rojas, inflamadas, muchas veces supurativas, fisuradas y con áreas lastimadas y sangrado, producido por el intenso rascado. Típicamente, afecta los pliegues internos de los codos, detrás de las rodillas y la cara, pero también puede cubrir la mayor parte del cuerpo.
Cuando el rescado se torna crónico, las zonas afectadas se tornan más gruesas, oscuras y se hacen más evidentes los surcos de la piel, a estos cambios que sufre la pie se los denomina liquenificación, y también son caracaterísticos de esta enfermedad.
Otro punto improtante es que al no estar cumpliendo correctamente la piel su función de barrera, el riesgo de que diversos gérmenes como hongos, virus y bacterias ven facilitada la posibilidad de infectarla o colonizarla. La presencia de estos microorganismos suele empeorar la evolución de la enfermedad.